26 de Mayo.

Importante antes de leer: esta entrada originalmente la pensé desde las notas de mi teléfono y creo que va a ser la cosa más cursi que escribí hasta ahora. Cualquier parecido con la realidad, podría no ser una coincidencia, pero eso ya lo dejo a su criterio. Ojalá lo disfruten. 


Para mi parabatai. A pesar de todo, aún el destino se trata de reír de mi recordándome su presencia.


Hubo una vez una nena que habrá tenido unos cinco años y creía que en su vida hacía alta algo, pero no sabía qué era. Veía en su caja de juguetes con detenimiento y estudiaba cada objeto para ver si podía responder a tal pregunta, pero no podía responderla mirando en las cosas materiales, aunque mirase en el patio de su casa, en su biblioteca pequeña, en sus padres, en su familia... No podía identificar qué carencia había.
En la escuela tampoco se sentía sola. Tenía muchos compañeros y lo pasaba bien, pero eso no la dejaba olvidarse de aquella sensación de vacío en su corazón. Un día, bajo la sombra que ofrecía la galería de su colegio en el que solía esperar a su papá después de las clases, vio a un nene con el mismo guardapolvo cuadriculado celeste y blanco que ella, que se encontraba sentado, dándole la espalda, a unos metros. Dudó durante un momento pero, con un paso que se debatía de a ratos entre la timidez y la vacilación, se le acercó. Y, aclarándose la garganta, dijo:
- Hola.
- Hola.- le respondió el nene.- ¿quién sos?
- Eli, ¿y vos?
-Fede.- se produjo, por un instante, cierto silencio incómodo entre los dos, hasta que Fede decidió romperlo.- ¿jugamos a las escondidas?- con una sonrisa en su rostro, la nena dejó su mochila de cuerdas blancas sobre el piso, junto a la de aquel nene que acababa de conocer y comenzaron a jugar, hasta que los padres de cada uno los descubriendo riendo de manera incontenible. Se despidieron, prometiendo encontrarse nuevamente, a la misma hora al día siguiente, para poder continuar su juego.
Desde ese día, Eli y Fede jugaron siempre a la salida del colegio, cuando no quedaba nadie y tenían todo el patio para ellos solos, sin compañeros que gritaran conmocionados que un chico y una chica estuvieran jugando juntos y sin las miradas atentas de las maestras. Pasaron los años y se fueron haciendo más unidos, con tardes enteras de juegos, charlas interminables acompañada de risas y chistes, películas, cumpleaños, recuerdos... Cada momento se fue guardando en la memoria y en el corazón de ambos, aunque más que nada en el corazón de Eli. Por supuesto, el cariño que tenía por su amigo había crecido y no lo pudo controlar: se había dado cuenta que estaba enamorada, y bien llegaron a la adolescencia. Lo quiso negar, lo quiso guardar, lo quiso silenciar, pero fue más fuerte que ella. Pero Fede nunca se daba cuenta de nada.
Una fecha quedó guardada para siempre. 26 de mayo. Una noche fría de otoño en la que Eli fue a casa de Fede, como tantas otras veces. Tomando aire, y esperando lo mejor (o lo peor) comenzó:
- Te quería pedir algo.
- Decime.- contestó su amigo, dejando el celular de lado para poder mirarla.
- Te va a parecer muy estúpido.
- Dale, decime.
- Hace mucho tiempo que quería pedirte que me tomaras de la mano.
El silencio lleno la sala, pero no era incómodo como cuando se hablaron por primera vez, porque entre ellos nunca existieron los silencios incómodos. Entonces, Fede bajó la vista y extendió su mano. Ella lentamente se acercó a ella, como si tuviera miedo de que si decía algo o si iba muy rápido, el hechizo se iba a terminar o iba a despertar de un sueño. Por poco no moría de la felicidad. No volvieron a decirse nada hasta que se despidieron y, unos días después, le mandó ella un mensaje de texto.
"¿Por qué decidiste hacerlo?", fue la pregunta que hizo. "Era algo que te iba a hacer un poco más feliz y que a mi no me costaba nada hacerlo", fue su respuesta.
Quería que fuera feliz... Eli sabía, en su corazón, que iba a poder ser feliz si él estaba a su lado. Pero en esta vida hay dos clases de personas: las que quieren y las que se dejan querer. Fede era la segunda y, con el tiempo, se cansó de dejarse querer y comenzó a querer, pero a Dai, una compañera de su curso. Una relación que no duró nada, pero bastó lo suficiente para alejar a estos dos amigos. Fue un duro golpe para Eli.
Ella jamás le pudo decir lo que sentía. Jamás pudo de decirle que, independientemente de lo que sintiera, él seguía siendo su mejor amigo. Jamás pudo decirle que, a su lado, ella fue la chica más feliz y que no lo iba a cambiar por nada, aún cuando no fueran ni siquiera amigos.
Los años pasaron para todos, incluyendo a Eli y a Fede. Y me encantaría poder decir terminaron felices y juntos, pero eso sería una hipocresía.
Sin embargo, si se vieron un día, de casualidad. Ambos eran ya casi adultos. Fede vio que se había cortado el pelo por los hombros y se acordó de cuando ella amaba su pelo largo. Eli se fijó en la barba de dos o tres días que surcaba por la cara de él y ella recordó cuando él contaba que, de adulto, se iba a dejar crecer la barba. Las palabras entre ellos nunca habían sido falta, no después de tantos momentos juntos. Sólo se miraron por un instante que fue breve, pero que ellos lo sintieron como una eternidad. Un intercambio de miradas que, entre todas aquellas cosas malas que los separaron, pudieron decirse "te quiero", aunque no fuera del mismo modo.

***

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3 comentarios

  1. Ay Fedra! Me has hecho emocionar con el relato!
    Que envidia una amistad así, encontrar esa persona que puede significar tanto esté o no esté, pero al mismo tiempo que tristeza que las cosas de la vida puedan alejarlas sin motivo.
    Me encantaría que ese reencuentro pudiera ser un puntapié para que recuperar el tiempo perdido. A veces las personas cambian, a veces no.

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  2. Es una historia muy dulce! Fue muy emocionante! La forma en que creció la amistad era tan admirable y conmovedora. Sin embargo el final fue triste. Muestra sólo como tiempo puede afectar el significado de una relación. Pero es una historia dulce amargo más. Tiempo cambia nos y otros, pero todavía tenemos nuestros recuerdos.

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  3. Bella historia de amistad y ese final cuando los dos se miran y recuerdan lo que se decían, saludos.

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